domingo, 5 de enero de 2025

El Edén crepuscular de Marylin y Leinad

"El Edén Crepuscular de Marylin y Leinad"

En el declive de la década tumultuosa de los años veinte, Marylin Verhoeven, epítome de una joven aristócrata, poseía un halo de pulcritud y dignidad que la hacía inmarcesible. Proveniente de una estirpe plutocrática cimentada en el hegemónico negocio del petróleo, su existencia se encontraba circunscrita a un universo de mansuetud, decoro y fastuosos eventos sociales. Sin embargo, su corazón virginal y ávido de emociones insólitas cayó bajo el embrujo insidioso de Leinad Montgomery, un gángster ignoto de modales prosaicos pero con una opulencia labrada en los recovecos del submundo ilícito.

Marylin, en su candorosa inexperiencia, idealizó a Leinad como la encarnación misma del romanticismo bravío. Su familia, consternada por la desmesura de aquella relación, ejerció una oposición férrea, tachando al hombre como un "miserable advenedizo". No obstante, el amor de Marylin era impertérrito, y cada palabra de su familia no hacía más que avivar el incendio de su pasión.

Leinad, aunque rudo y pragmático, albergaba en su interior un amor sincero por Marylin. Fue así que, en un arrebato de osadía, urdió un plan quimérico: abandonar las intrincadas redes de su negocio y fugarse con Marylin a México. Ella, obnubilada por su ensoñación romántica, accedió sin titubear.

El trayecto a tierras mexicanas fue una amalgama de emociones antitéticas: melancolía por lo abandonado y júbilo por lo que estaba por venir. Se asentaron en Cuautitlán Izcalli, un paraje bucólico y casi olvidado, cerca del idílico Lago de los Lirios, cuya superficie nívea reflejaba las auroras con una pureza casi onírica. Allí construyeron una vida sencilla, lejos de la sofocante solemnidad de las élites y del peligroso bullicio del hampa.

Cada mañana, Marylin y Leinad deambulaban por los márgenes del lago, envueltos en una quietud que parecía susurrarles eternidad. Su felicidad era serena, pero la fragilidad del destino, siempre insidiosa, se manifestaría pronto.

Marylin comenzó a mostrar signos de una dolencia inefable, una aflicción que los médicos locales no supieron identificar. Leinad, desesperado y aletargado por la impotencia, gastó hasta su último céntimo buscando una cura para su amada, pero la enfermedad siguió su curso inexorable. Una noche, mientras el viento acariciaba el lago con un murmullo sepulcral, Marylin exhaló su último suspiro en los brazos de Leinad.

Devastado por la pérdida, Leinad, un hombre otrora invulnerable, sucumbió al abismo de su dolor. Decidió que su existencia carecía de sentido sin Marylin y, con una determinación lúgubre, se dirigió al Lago de los Lirios. Allí, bajo la luz pálida de una luna compasiva, puso fin a su sufrimiento y se sumergió en las aguas que habían sido testigo de su felicidad efímera.

Los habitantes de Cuautitlán Izcalli cuentan que, en las noches más silenciosas, una pareja de siluetas translúcidas camina a la vera del Lago de los Lirios, tomadas de la mano, perpetuamente unidas en un amor que ni siquiera la muerte pudo desgarrar.

Leinad Zerímar Zaíd ™
Leinad Zerímar Zaíd ®
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